La programación es hoy en día una de las nuevas asignaturas que aparece en la currícula de muchas escuelas de nivel primario y secundario que ven la necesidad de incorporar tecnología con usabilidad y potencial social a partir del cada vez más predominante avance de internet en nuestras vidas.

 

Programar es una habilidad que se puede adquirir de muchas maneras y opera básicamente en el nivel de la lógica llevando al aprendiz a desafíos cada vez mas complejo en la traducción de instrucciones y comandos al lenguaje de las computadoras.

 

Muchos padres además empiezan a pensar en el futuro laboral de sus hijos desde la escuela y desde la infancia. Entienden que la programación es un nuevo campo de trabajo que muchas de las empresas más poderosas del mundo buscan pues se trata de una competencia profesional en constante crecimiento.

 

Es más, varios de los más famosos tecno visionarios de nuestra era, como Bill Gates o Mark Zuckerberg, abogan por esta idea y crearon este video donde explican sus experiencias y la necesidad de pensar la programación desde la infancia, mira el video:

 

Programar como juego y no como obligación

 

Creo que además de la visión de futuro que cada padre tiene sobre que quieren para sus hijos cuando crezcan, sobre las oportunidades profesionales y laborales, sobre los desafíos de las sociedades en los próximos cincuenta años y sobre cualquier otro escenario posible en el campo de la sociedad y de la tecnología, lo más importante es no olvidar que se trata de niños. Y los niños necesitan transitar su niñez libremente y jugando.

 

Si la programación es un disfrute para un niño que vuelve fascinado a casa después de cada clase de informática y programación que recibió en la escuela, que luego no puede dejar de hablar sobre todo lo que aprendió ese día y las cosas que piensa que puede hacer. Estamos frente a una experiencia de disfrute. Y probablemente ese niño si perciba a la programación como un juego y no como otra cosa.

 

Si en cambio estamos frente a padres que solamente le dan la computadora a su hijo para deshacerse de él y evitar tener que escucharlo, si lo meten a clases particulares de todo tipo sin preguntarle si quiere hacerlo o no, si son padres que “piensan en el futuro de sus hijos” olvidándose de que se trata de un niño, entonces programar no va  a sentirse ni percibirse como una experiencia de disfrute, sino como una experiencia de dolor y displacer.

 

Un niño, ante todo, necesita respeto de sí y estar en contacto con otros niños, usando la tecnología como forma de diversión, no para silenciar sus deseos ni usando la tablet o la notebook como chupetes tecnológicos bajo la excusa del aprendizaje.

 

La necesidad de un tiempo offline

 

Un chico aprende el valor de las interacciones sociales a partir de las experiencias con el medio. Los amigos de la infancia son los que van a enseñarle como ser mejor humano, el valor de la empatía, del compartir, de negociar, de ponerse en el lugar del otro y de aprender a resolver conflictos hablando. Todo esto no se aprende con la programación y antes de pensar solamente en opciones tecnológicas frente al uso del tiempo de los niños, se debe pensar también en experiencias de vida simples y necesarias que debe tener todo niño.

 

Compartir el espacio con otros niños, salir a jugar a la pelota, ir a cumpleaños, tener desencuentros y aprender a resolverlos sin recurrir a la violencia, son la base sobre la que se cimenta mucho de la futura personalidad de alguien.

 

Un padre debe asegurar que las experiencias emocionales de la vida sean lo más naturales y sanas posibles y al mismo tiempo incentivar otras formas de desarrollo cognitivo que incrementen la capacidad de razonamiento y la resolución de problemas utilizando estrategias intelectuales previas y nuevas. El juego y el encuentro con los otros, en su versión más simple y offline, aseguran esto.

 

La tecnología, al menos durante la infancia, se va a mover entre las coordenadas de obstáculo y de mediación con los vínculos humanos, los padres tienen mucha responsabilidad en el uso que sus hijos le den para evitar que se convierta en un problema de vínculos dentro y fuera de la familia.

 

Aprender a hablar el lenguaje del siglo XXI y el caso del Fortnite

 

Con la aparición del campeón argentino del Mundial del Fortnite, Thiago King Lapp de 13 años, mucho se habló sobre sus ganancias y sobre las características de este juego que es tan popular a nivel mundial, aunque hay algunos otros aspectos que nosotros podemos observar y aprender.

 

Thiago se formó y sigue formándose como jugador profesional del Fortnite en sus horarios diferenciales además de asistir al colegio y cumplir con otras actividades de todo niño. No se la pasaba solamente frente a la computadora jugando este juego.

 

Fue parte de un equipo profesional de Frank Kaster, otro gamer y youtuber, en donde tenía apoyos constantes de otros jugadores profesionales, de un equipo interdisciplinario compuesto por una nutricionista, una psicóloga y otros profesionales de la salud. Y además de esto contaba con el apoyo de su familia para jugar profesionalmente.

 

Lo que digo con esto es que no se trata de un chico gamer que jugaba en soledad, sin control y arriesgando su salud con la indiferencia de sus padres. El contexto que lo convirtió en uno de los mejores jugadores es el más sano posible que se puede pensar para un chico de tan corta edad. Y es importante recalcar lo del contexto porque en general muchos problemas con el uso de las nuevas tecnologías tienen que ver con el uso en solitario e irresponsable que hacen los chicos desde muy pequeños por negligencia parental.

 

Muchos padres usan la tecnología para “callar al bebe” o para “que se quede quieto” y es ahí donde ya podemos ver una escalada de irresponsabilidad frente a la función de los padres en la niñez y el tipo de contacto que tienen los hijos con la tecnología.

 

No es lo mismo usar la tecnología a los 1 años de edad que a los 5 años y que a los 13 años de edad. Los riesgos de un uso irresponsable en años posteriores a causa de padres poco preocupados por su función real, es mucho mayor cuando el niño se acostumbra a la ausencia de figuras de confianza que le devuelvan comunicación con miradas y palabras por sobre lo que le ofrecen las pantallas.

Este es un tema que no podemos agotar en un solo artículo y las consecuencias cognitivas y emocionales de los chupetes electrónicos son mucho más profundas que las mencionadas; sin embargo, todo indica que Thiago tiene un vínculo sano con un juego que no siempre es bien visto por los padres cuando éste les recuerda su función, pues es muy fácil decir que los “juegos generan adicción” o “que estar todo el día en la compu es malo”, antes que asumir la responsabilidad de ser padres de tiempo completo y hablar con los hijos, escucharlos y contenerlos además de prohibirles cosas o darles mandatos acerca de como usar la tecnología, ya sea para programar o para jugar Fortnite.

 

Un niño o un adolescente que puede vincularse con sus amigos, sus mascotas, sus maestros y con sus padres sin que la tecnología -o cualquier otra cosa- lo absorba, lo anule y desborde, va a ser un adulto sano emocionalmente, pues no se trata de lo que media en el vínculo con el mundo sino del tipo de vínculo con el mundo.

 

Creo que esta escena de Thiago y su padre lo resumen bien: