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En el reality “Terapia de Shock” se muestran una serie de casos de adolescentes con alto riesgo de caer en el sistema carcelario de los Estados Unidos debido a reiteradas conductas violentas o de cargos por delincuencia.
Los adolescentes que son enviados por sus padres a los diferentes programas de prevención que llevan a cabo algunos condados de diversos estados pasan por terapias de exposición al riesgo intracarcelario con el objetivo de concientizarlos sobre la realidad de los mismos, con la esperanza de que lo que vivan allí por un día pueda hacerlos cambiar sus conductas delictivas y violentas para evitar la reincidencia.
Podemos analizar diversos aspectos del programa, pero para fines prácticos quiero detenerme en el tema de la imposición de límites a los hijos adolescentes.
La falta de límites durante la adolescencia y las conductas violentas suelen ser consecuencia de la falta de límites durante la infancia y de dinámicas familiares que no permitieron la adquisición de pautas de comportamiento adecuadas entre los propios miembros de la familia y el entorno social ampliado, como la escuela o la participación en otros espacios sociales como clubes o círculos de amigos de la misma edad.
Algunos ejemplos de esto lo vemos en diferentes capítulos que se van presentando a lo largo del reality con varios adolescentes. El relato de los padres y de las madres muestran signos de los modos de funcionar dentro de esas familias que desembocan en una falta de control total que esos adolescentes tienen consigo mismos y con el comportamiento social, volviéndose desafiantes y marcadamente agresivos.
Sería bueno tratar de analizar algunos ejes claves como, por ejemplo:
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La relación con la madre y con el padre
Muchos de los adolescentes que participan del reality “Terapia de shock” no tienen padres hombres, algunos de ellos tienen familiares en prisión, otros tienen padres que han tenido problemas con la ley durante su juventud o comportamientos igualmente desafiantes como los que presentan sus hijos en la actualidad.
Otros adolescentes tienen padres hombres que parecen no tener la suficiente autoridad sobre sus hijos como para imponer normas claras de conducta.
Aunque no es posible saber en profundidad el tipo de vinculo que existe entre los padres a la hora de establecer normas y limites con sus hijos es importante recalcar que todo padre debe poder acordar con su pareja normas claras de convivencia y no contradecirse ni contradecir los acuerdos que se hagan, de tal forma que siempre los hijos sepan las reglas de la casa y sepan que los padres no pueden ser manipulados por medio del señalamiento de sus contradicciones.
Los adolescentes son especialmente hábiles en desarmar argumentos cuando los padres no actúan en bloque o cuando se muestran dubitativos o contradictorios entre ellos mismos, por ello es importante que la pareja de padres siempre se muestre firme y con la última palabra desde la coherencia y la claridad de las consecuencias de los actos que se realicen dentro y fuera de las reglas establecidas.
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El respeto a la autoridad
Los padres son el primer modelo de autoridad. El padre hombre suele representar esa figura de autoridad en la familia y cuando no es así, cualquier otro hombre dentro de la familia representa la ley.
Cuando no hay figura que represente la autoridad o el corte del lazo permisivo-absoluto de la madre con el hijo se empieza a producir un sentido de omnipotencia más o menos coherente con la propia capacidad de la madre para dar amor y soportar ciertas conductas de sus hijos en público.
Cuando los hijos no logran internalizar ciertas conductas de comportamiento social desde la temprana infancia y al mismo tiempo se dan refuerzos de conductas que los padres parecen aprobar simplemente por no señalarlas como injustas para los otros, como irresponsables, como producto de berrinches personales, como moralmente inadecuadas o socialmente reprochables, sucede que se volverán habituales en el modo de actuar y eventualmente se instalarán como modelos de ser y actuar en el mundo, incluso cuando los padres no estén allí.
Un ejemplo de esto puede ser cuando un niño entra a un supermercado y empieza a destapar todos los envases con rosca que encuentra y la madre/padre que lo acompaña en vez de corregir y detener la acción de su hijo, se enoja con el empleado que le pide al niño de siete años que deje de hacer eso. ¿Qué le está enseñando ese padre al niño al dejarlo que actúe de ese modo?
Muchas veces los problemas de límites de los adolescentes y sus conductas agresivas, violentas y desafiantes tienen que ver con modelos de actuar que se incorporaron por la naturalidad de la irresponsabilidad de los padres en su función de señalar acciones que beneficien o dañen a otros o a sí mismos.
La influencia del circulo de amistades de los adolescentes es un catalizador de lo que ya se vive dentro de la familia o en otros ámbitos. No es el circulo de amistades el que daña al adolescente, pero si surte una influencia en sentido de las acciones que se comparten y se justifican junto con otros pares de la misma edad.
Que el adolescente tenga amigos es normal y natural, ningún padre debería privarle a su hijo de la oportunidad de hacer nuevos amigos y de entender el mundo social a partir de los amigos. De lo que se trata es de entender que ese círculo de amigos actúa como continente y refuerzo de las situaciones desafiantes que muchas veces los adolescentes tienen cuando no hay límites claros ni conciencia de las consecuencias de los actos.
El adolescente vive el aquí y ahora con un sentido de inmortalidad y tiempo infinito que pone en jaque todo lo que puedan entender como consecuencias de sus actos. Al adolescente le cuesta pensarse con sentido del mañana y con claridad acerca de su impulsividad, lo cual puede volver al circulo de amistades un potenciador de aquello que busca experimentar desafiando conductas nocivas para sí mismo y para otros, como lo vemos en muchos de los adolescentes del reality que tienen círculos de amigos que consumen estupefacientes o delinquen.
El cambio de entorno debe ser progresivo. No se le puede “obligar” a nadie a cambiar de amistades y muchos menos, a los adolescentes. Las palabras que los padres deben evitar cuando quieran hablar con sus hijos son: prohibido y obligado.
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Cómo poner límites de manera saludable
La mejor forma para poner límites a los hijos es establecer reglas y pautas de convivencia familiares claras que no se rompa cada cinco segundos, que tengan acuerdo de palabra y de hecho de ambos padres o de los convivientes bajo un mismo techo, que tengan el acuerdo de los hermanos y que estos sepan la lógica de esas reglas.
La comunicación es otro elemento fundamental. Si el otro puede decir lo que piensa cuando lo piensa y además pueden reflexionar sobre lo que sienten sobre cada evento, es mucho más fácil crear un marco de respeto y confianza que perdure. Si los gritos, los silencios y los castigos sin sentido se mantienen como en un régimen militar, no se van a lograr cambios que perduren sino más bien mejores formas de buscar desafiar lo establecido.
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El grito no soluciona nada, casi siempre lo empeora. El respeto y el cuidado de las palabras que los padres usan con sus hijos, el cómo los escuchan y el cómo les hacen saber que los quieren es fundamental para crear confianza de largo plazo que permita cambios en los hijos.
Para concluir, dejo una pregunta para los padres: